Cómo Perdonar

Perdonar no es olvidar, es recordar sin dolor, sin amargura, sin la herida abierta; perdonar es recordar sin andar cargando eso, sin respirar por la herida, entonces te darás cuenta que has perdonado. Perdonar de verdad no es algo que se consiga en un momento. Es un trabajo diario. ¿Eres de las personas que no logran deshacerse del pasado, no olvidan, no perdonan, no conocen la compasión, son duras ante la ofensa más mínima, se aferran al resentimiento durante mucho tiempo e incluso toda su vida, alimentando sentimientos negativos? Entonces estás atado a un rencor que te tiene paralizado.

En lugar de pasar a la siguiente página, le estás dedicando buena parte de tu energía mental y emocional a recordar ofensas, daños e injusticias (reales o imaginarias) de las que has sido objeto, manteniéndolas vivas en ti.




perdon

Sé sincero contigo mismo y contesta esta pregunta: ¿de verdad quieres dejar ese asunto atrás? Si respondiste que sí, entonces necesitas liberarte de tus propias ataduras y aprender a perdonar. Porque librar a los demás de tu desprecio tiene virtudes terapéuticas que te hacen sentir bien. A diferencia del odio que fomenta la depresión, el estrés y el malestar debilitando tu sistema inmunológico, el amor, la tolerancia y la alegría favorecen tu bienestar, fortaleciendo tus defensas inmunológicas.

Si en el fondo sientes que no tienes la capacidad de perdonar, puedes aprenderla e incluso potenciarla. Y para ayudarte a conseguirlo, te doy estas siete técnicas que te ayudarán a lograr reconciliarte, olvidar y ser consciente de por qué estás eligiendo ese camino:

· Comienza por perdonarte a ti mismo. Reflexiona un poco en que nadie es totalmente bueno ni malo, tanto tú como el resto de las personas reaccionan de acuerdo a como están programadas mentalmente, a lo que han aprendido o se les ha inculcado. Pero todas las personas quieren en última instancia ser felices. Si eres tolerante con tus propias culpas y fallos del pasado, si entiendes y aceptas tus sombras psicológicas, estarás en mejor disposición de hacerlo con los demás.

· Saca tu disgusto fuera. Es preferible exteriorizar tu enojo en el momento en que ha sido provocado, en vez de guardártelo. Pero tampoco excedas la impulsividad ciega o la ira irreflexiva. El dicho de que “lo que se queda adentro se pudre” es bastante cierto en el caso del rencor.

· Aprende a relativizar. Haz un ejercicio de atención consciente y concédele a cada suceso la importancia que merece. Frecuentemente reaccionamos con exceso ante cosas pequeñas, cuando la mayoría de las cosas no son tan importantes como para no merecer perdón. Para llegar a esta conclusión, ponte en la situación del otro, seguro que verás las cosas de otra manera.

· Identifica tus emociones. ¿Sentimiento de humillación, decepción, tristeza? Toma conciencia de lo que ocultas tras tu máscara de cólera, esto te ayudará a liberarte de ella, al comprender que “el culpable” ha despertado una zona de sufrimiento que ya existía dentro de ti misma.

· Descubre la intención del otro. Encontrar la verdadera motivación de tu ofensor y las razones profundas de su conducta, te llevará a ser más condescendiente con él y a verlo como víctima de sus propios errores y carencias, en lugar de verlo como verdugo. Por ejemplo, una persona que ofende a otra en público, en realidad puede ser insegura y estar intentando autoafirmarse.

· Admite tu responsabilidad. ¿Sin ninguna justificación has puesto demasiadas expectativas en alguien? ¿Has sido poco clara al expresarle tus objetivos o necesidades? Reconoce tu parte de responsabilidad en el asunto, y la próxima vez habla con claridad y directamente, evitando los malentendidos o suposiciones.

· Facilita la reconciliación. Ante un problema, siempre lo mejor es acercarte a la otra persona para comunicarse. Es importante elegir bien el momento, sentarse a hablar con calma y sin prisas y expresarle que te importa al otro. Ten siempre una postura conciliadora para aclarar el conflicto y resolver la discusión sin resentimientos.

No obstante, hay un ejercicio muy útil que puedes realizar tú solo cada noche, y no necesitas dirigirte físicamente a la otra persona para perdonarla. Recuerda que el perdón es algo que consigues poco a poco. Es un ejercicio simple, donde perdonas y a la vez cierras ciclos para que pueda llegar a ti la paz.

Puedes hacerlo cuando vas a dormir, es la hora en que estamos relajados y cómodos; visualizas a la persona que te ha hecho daño, le dices exactamente lo que sientes, te desahogas completamente, realízalo de tal forma como si tuvieras a la persona enfrente, sentados conversando sin rencor. Permite que la persona también te diga lo que siente. Luego os perdonais, y dais las gracias por la realización de ese perdón. Esto lo puedes hacer con cualquier persona que necesites perdonar o a quien necesites pedirle perdón.

Ten en cuenta que lo que realizamos con nuestra mente sucede realmente en el plano mental y en el astral.

Con este sencillo ejercicio de perdón verás como las heridas van sanando y sentirás mas tranquila y serena tu alma, y lo mejor es que con ello cierras ciclos y asi llegará la paz a tu vida.

También puedes hacerlo con la persona directamente, aunque a veces al tenerla al frente nos inhibe, por eso recomiendo que lo hagamos desde el silencio, mentalmente pero con el corazón, perdonar verdaderamente.

Nadie ha dicho que sea fácil, pero Puedes Empezar Hoy...

Con Amor,

M


María D.  

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